SUBERO EFRAIN [1931-2007]
Poemas a la Virgen Maria De esa virgen que encanta fue la cuna sin mancilla Nazaret pequeña villa de Galilea Tierra Santa; ella es la verde planta de gallarda lozanía, porque colma de alegría a todo el género humano, cultivando con su mano una flor del alma mía.
Fue Santa Ana gloriosa la madre de esa doncella y el verbo encarnó en ella por ser misericordiosa; es pulida, candorosa, la sacra Virgen María, porque le sirve de guía a todos los pecadores, y tiene entre muchas flores una flor del alma mía.
Cuando la virgen nació nuestra madre Santa Ana era una mujer anciana, pero mucho se alegró; al templo la presentó sin ninguna hipocresía, ofrecida a ella la tenía y San Joaquín, su esposo, siendo aquel clavel hermoso una flor del alma mía.
Después que fue presentada al templo la virgen pura fue bendita su hermosura y con óleo consagrada. Más tarde fue coronada reina de la jerarquía, lumbrera que ya venía a prestarnos su claridad, tiene en la universidad una flor del alma mía.
Es madre abogada nuestra, corona de serafines, de ángeles querubines y de los cielos princesa; porque la majestad excelsa le dio la sabiduría, regalo que merecía por su dignidad y premura, siendo aquella miniatura una flor del alma mía.
Es una estrella brillante la virgen pundonorosa más bonita que una rosa más pulida que un diamante; y en sus días en adelante con hermosura crecía, dotes de sabiduría caían sobre la doncella, cultivando para ella una flor del alma mía.
Era un pobre carpintero el patriarca San José y su compañera fue María reina del cielo; en el Monte del Carmelo San José se distraía, con poderosa energía diariamente trabajando, y en su pecho abrigando una flor del alma mía.
María estrella del mar solitaria se quedaba cuando San José marchaba para el campo a trabajar; y un día sin pensar vido un ángel que venía, llegó a ella y le decía: Dios te salve virgen pura traigo para tu hermosura una flor del alma mía.
Sabrás que yo soy Gabriel emisario del Señor María bonita flor si me quieres conocer; y por mandato de Él vine a ti con melodía, a decirte virgen pía que un bello niño tendrás y con el tiempo verás una flor del alma mía.
A la joven nazarena difícil le pareció lo que el ángel le anunció con explicación tan buena. Entre confusión y pena le dijo que no podía, y Gabriel le repetía: siempre virgen quedarás, y en tu vientre guardarás una flor del alma mía.
Gabriel estaba preciso cuando esto le asegura consiente la virgen pura y el verbo carne se hizo; de lirio del paraíso en su vientre florecía, la gracia de Dios caía para que hombre se hiciera, y en Él se convirtiera una flor del alma mía.
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