ARANGO Y ESCANDON ALEJANDRO [1821-1883]
Es la immaculada concepcion de nuestra Seòora
Abre, ¡oh Señor! mi labio: á mí descienda Tu espíritu, y encienda Mi alma en tu amor. Agradecido suene, No indigno de tu aliento, En himno humilde á tu bondad mi acento, Y cruce, el mar y el universo llene.
Doquiera anuncie el regocijo puro De que el mortal seguro Gozó por fin tras larga noche umbría: Y la feliz aurora Recuerde en que tu mano bienhechora, Amparo de Israel, nos dió á María.
¡Oh dulce instante y memorable y santo! Calmó del orbe el llanto Y el hondo afán de su natal la nueva. De tu amor infinito Diste, al formar su corazón bendito, Al linaje de Adam excelsa prueba.
¡Ali! De la noche el estrellado velo. El siempre rico suelo, El sol brillando en la mitad del día Menos el pecho inflaman, Menos la fuerza de ese amor proclaman Que el alma santa de la Madre mía.
Escogida por tí, de gracia llena, La bárbara cadena Un punto no arrastró del enemigo: Tú alzaste el brazo airado, Y no llegó ni sombra de pecado Al blando seno que iba á darte abrigo.
Te debías á tí tan alta gloria: Por tu insigne victoria, Necesaria, Señor, á tu grandeza, Pudo modesta y pía Sola á tus ojos ofrecer María No indigna de la tuya su pureza.
El grande privilegio verdadero Confiese el orbe entero: En ningún corazón la duda habite. ¿Quién, Padre soberano, Contó las maravillas de tu mano? ¿Quién hay, Señor, que tu poder limite?
¿Retroceder no hiciste la corriente Del Jordán á su fuente? ¿Al pueblo de Israél no dió camino Seco el mar á tu acento? ¿Y en la piedra de Oreb no halló sediento Fresco raudal y puro y cristalino?
¿No cantan las angélicas legiones, No cantan las naciones En esa joya de inmortal valía, Inclinada la frente, Un prodigio, Señor, más excelente? ¿No es Madre y Virgen la feliz María?
¡Ah! que por siempre en soledad se vea Que negado le sea El sol, y gima sin hallar consuelo El pecho descreído Que tu gracia no admire agradecido En la Reina hermosísima del cielo.
Yo te adoro, Señor: ferviente el labio Te aclama bueno y sabio. Al levantar tu mano sacrosanta A esa Doncella pura, También, Señor, á singular altura A la mujer de que nací, levanta.
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